Por: Daniel Bernard.
En un lenguaje simple reflexiona lo que cualquier persona mas o menos informada se plantea alguna vez sobre la autenticidad e interpretación de las apariciones y mensajes, cualquiera sea la decisión que luego haya tomado.
Y con sentido común nos interpela con algo paradójico: ¿Y si las cosas fueran simplemente “lo que parecen”?…
A veces las cosas simplemente “son lo que parecen”, y solamente un entorpecimiento de la percepción, una suspicacia fuertemente enraizada en nuestra mentalidad, una permanente sospecha teñida de orgullo, nos impiden ver lo que está delante de los ojos volviendo a ser como “niños”.
Quizás nuestro cerebro hipercomplicado de Occidentales nos impide ver lo que cualquier simple “pastorcilla” es capaz de captar con toda sencillez.
Se nos viene repitiendo desde la Rue du Bac –y aún antes– el sencillo, sabio y simple mensaje de la oración del rosario, ese último salvavidas contemplativo que queda en el Occidente Católico una vez perdido totalmente el ambiente físico que propiciaba la contemplación interior y prácticamente desaparecidos también todos los demás recursos y herramientas de contemplación que la tradición mantenía.
El conjunto de apariciones desde la Rue du Bac, y al margen de los excesos que caen por su propio peso, están dando al mundo un mensaje que resulta coherente para quien tenga oídos para oír e inteligencia para comprender. Esto pasa por evitar el punto de vista ranciamente tradicionalista así como el progresismo tan actualmente al uso.
No cabe duda de que la decadencia espiritual del Occidente moderno tiene que tener su razón de ser dentro de la economía divina y que además tiene que tener su compensación providencial dentro de la misericordia de Dios.
Pero ¿Cuál es entonces esa compensación?
¿Dónde está la gracia que tanta falta hace en nuestros tiempos a todas nuestras gentes?
¿No la tendremos delante y una vez más, no somos capaces de verla?
¿Se encuentra la gracia en algún pequeño grupo “esotérico” oculto entre nosotros?
¿En alguna complicada técnica o doctrina, o en algún secreto cenáculo de “iniciados”?…
¿Que clase de misericordia sería esa que solo abarca a unos pocos elegidos dejando a todos los demás a la intemperie espiritual?
¿Dónde pueden refugiarse los millones de católicos desorientados en un mundo profanado que les resulta cada vez más agobiante?
¿Dónde está la asistencia divina en esos momentos para la legión de gentes sencillas totalmente desorientadas y a veces angustiadas?
¿Y si las cosas fueran simplemente “lo que parecen”, más allá de las complicaciones de nuestra hiperactiva mente?
¿Y si, con toda sencillez y paz, simplemente nos pusiéramos a rezar el rosario tal y como se nos viene pidiendo machaconamente en todas las apariciones de la Santísima Virgen?
¿Será esa la última oportunidad de Occidente para recuperar el constante recuerdo de Dios, la oración permanente, la orientación del alma hacia Dios? ¿Nos queda actualmente alguna otra oportunidad, alguna otra herramienta contemplativa eficaz, universal, al alcance de todos, probada, ortodoxa, revelada e inspirada?
¿Estaremos ciegos una vez más y estaremos desaprovechando esta última oportunidad que nos brinda el cielo?
Son tan solo preguntas y reflexiones que no dejan de sobrecogerme cuanto más las medito. Solo el tiempo, y Dios al final de él, nos dará la respuesta. Dios mismo quiera que, para entonces, hayamos sabido hacer la opción adecuada y hayamos alcanzado su paz.
La oración contemplativa, la plegaria continua, el recogimiento íntimo de cada cristiano en comunión interior; ese es el gran “secreto” que la Virgen comunica en cada aparición.
Ese es el “secreto” de María que desemboca en su mayor milagro: la Paz Interior, la Plenitud, la Alegría y en consecuencia la Caridad. Ese es el mayor milagro que acontece una y otra vez cuando entramos en la oración. Esa es la salvación para un Occidente náufrago.